El ruido de las charlas y el olor a cerveza enmarcaban la reunión de reencuentro con mis compañeros del secundario. Estaban cambiados físicamente, absolutamente todos. Sobre algunas cabezas el pelo no era más que un recuerdo, y sobre otras, las cabelleras parecían campos nevados. Era la primera vez que nos veíamos después de 20 años, y todas nuestras situaciones eran diferentes. Yo había sido una chica enamoradiza sin mucha suerte en el amor, siempre ilusionada con el mismo chico, que ahora era el mismo hombre que estaba sentado unos asientos màs a mi derecha. Conservaba desde siempre su estilo despreocupado y se reía con la misma alegría que me había hecho enamorar de él. Claro que, tiempo atrás, él era jugador de basquet, súper social y muy, muy lindo, aunque no tenia a la mitad del colegio suspirando, porque su imagen era bastante atípica. Ni rubio ni ojos claros, pero aun así, perfecto para mi. O eso creía yo. El muy maldito no se había dignado a darme una sola oportunidad. Recuerdo haber llorado por las noches por las falsas esperanzas que yo me inventaba a base de detalles ínfimos. Así que, terminé el ultimo año de secundario y jamas volví a pensar en él. Me casé con un compañero de la facultad, con el que salí tres años hasta que se me propuso, y tuvimos una hermosa boda en las playas del norte de Brasil. Orgullosa llevaba la alianza en mi dedo anular izquierdo desde entonces.
Así que ahí estaba yo, divirtiéndome como cuando tenia quince años, cuando mi antiguo príncipe en jeans me ofreció ir afuera a fumar. Yo no fumo desde los veinte, pero algo en su mirada no me permitió negarme. Allí estábamos, afuera de un restaurant en la avenida Belgrano. Y me contó de su vida. Me contó que nunca se había casado. Que había estado de gira con su equipo de basquet por varios años, hasta que una lesión en la rodilla lo forzó a retirarse. Sus palabras estaban cargadas de añoranza y tristeza. Nos sentamos en un banco que estaba contra la pared, y vio mi anillo.
''Ah, te casaste'' me dijo, con un tono de desilusión.
''Porqué en ese tono?'' Yo estaba sorprendida.
''Nada es solo que, bueno, yo estuve enamorado de vos los cinco años, y bueno, sé que vos también de mi.''
No podía creer que tuviera tal descaro en decirme eso después de veinte años, qué esperaba? Que nos besáramos mientras se largaba a llover, y huyéramos a París y envejeciéramos juntos?
Yo me había convertido en una persona madura en el tiempo que había pasado, pero si el imbécil trae viejos sentimientos a la mesa, yo podia traer viejas actitudes. Asi que en vez de levantarme e irme, le dije:
''Querido, llegaste tarde. Trescientas sesenta y cinco noches de llanto, un matrimonio y dos hijas tarde. PELOTUDO.''
Me fui, dejando que todos mis sueños de colegiala desaparecieran bajo la neblina de mi adultez.
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