10.22.2010

Con su monótono suspiro, las puertas del subte se abren en la terminal. Y yo entro, sabiendo que recién se va a mover en diez minutos, o algo asì. Entro en cualquier vagòn y me siento. El tren empieza a llenarse, hasta que se escucha la señal sonora, y las puertas se cierran. Saco un libro, o apuntes, o ejercicios de alguna materia, pero en cinco minutos me aburro y los guardo. No puedo evitar creer que los miles pares de ojos en el vagòn me estàn mirando. Hago como si nada me importase. Agarro el celular, sòlo para deprimirme al ver que no me llegò ningùn mensaje y no tengo ninguna llamada. Asì, que recurro a analizar a toda la gente que està a mi alrededor. Qué estàn usando, qué compraron, que estàn leyendo. Se puede aprender mucho de la gente con sòlo verlos en el subte. Cuestiòn, no llegamos ni a la mitad del recorrido. Y yo ya agoté todo lo que se puede hacer en un àrea de 50x50 centìmetros, en una perisféria de sòlo girar la cabeza. Entonces, sòlo me queda pensar. Asì que pienso...
y pienso en él.

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